Foto de Arthur Tress |
Al final le entró mucha prisa, porque había soñado que su madre estaba llorando, y él conocía el motivo de aquellas lágrimas, y que un abrazo de su estupendo Peter enseguida le haría sonreír. ¡Oh!, estaba tan seguro de ello, y tan ansioso por acurrucarse entre sus brazos, que esta vez voló directamente a la ventana, que siempre estaba abierta para él.
Pero la ventana estaba cerrada, y había barrotes de hierro en ella; cuando miró dentro vio a su madre durmiendo tranquilamente con su brazo alrededor de otro niñito.
Peter gritó: "¡Mamá! ¡Mamá!" Pero ella no le oyó; fue inútil que golpease los barrotes con las manos. Tuvo que regresar llorando a los Jardines, y nunca volvió a ver a su madre. ¡Qué no habría hecho por ser su hijo otra vez! ¡Ay, Peter!, los que cometemos grandes errores, en la segunda oportunidad obraríamos de forma muy distinta. Pero Salomón estaba en lo cierto: no hay segunda oportunidad, no la hay para la mayoría de nosotros. Cuando llegamos a la ventana es la Hora de Cerrar. Las rejas están echadas para toda la vida.
(James M. Barrie, Peter Pan en los Jardines de Kensington)
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