domingo, 29 de mayo de 2011

La coleccionista de palabras


Por fin tengo mi ejemplar de La coleccionista de palabras, editado por Cuento de Luz. En él, Sonja Wimmer nos cuenta una historia protagonizada por uno de los mayores tesoros que tiene el ser humano: las palabras. Luna, la heroína de este cuento, vive en un faro situado en las alturas y colecciona palabras luminosas de todas clases: palabras divertidas, palabras cortas, palabras locas, palabritas. Hasta que un día Luna se da cuenta de que se está quedando sin palabras. Esta peculiar coleccionista emprende una viaje fascinante a través del mundo, durante el que aprende que con las palabras puede iluminar a los hombres y mujeres que viven más abajo.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Yo quiero seguir jugando


Alicia Yaiza, Al corro de la patata

En el patio del colegio o en la urbanización donde pasábamos los fines de semana y los veranos los juegos infantiles llegaban puntualmente en el momento preciso, año tras año. Parecía como si nuestras ganas de jugar a las gomas, a pulir cromos o a la comba tuvieran alguna relación con el ritmo cíclico de las estaciones. De esta forma, contábamos con la posibilidad de incorporarnos en juegos en los que el curso o las vacaciones pasadas solo habíamos sido espectadores, perfeccionarnos en ellos y así iniciar a otros niños.

Me siento incapaz de rescatar del pozo del olvido en qué estación o época del año se solía jugar a cada juego, pero todavía puedo verme con la cuerda en la mano, porque me había tocado parar, mientras cantaba:

Al pelotón, que entre el uno.
Al pelotón, que entre el dos.
Al pelotón, que entre el tres.
Al pelotón, que entre el cuatro.
Al pelotón, que entre el cinco.
(...)
Al pelotón, que salga el uno.
Al pelotón, que salga el dos.
Al pelotón, que salga el tres.
Al pelotón, que salga el cuatro.
Al pelotón, que salga el cinco.
(...)

Aún recuerdo lo que me costó aprender a entrar y salir del pelotón.

Con la pandilla de la torre jugábamos más a saltar a las gomas. Aunque suponga falta de modestia, tengo que decir que era bastante buena, ya fuera en los juegos más simples, como el que se practicaba con esta canción:

Fortunato, Fortunato,
no es un perro, ni es un gato.
Es un lobo muy sensato,
nuestro amigo, Fortunato.

O en aquel en que hacías líos imposibles con la goma elástica a la vez que girabas sobre ti misma, mientras cantabas:

Patinar, patinar.
Patinaba una chica en París.
Tropezó, resbaló,
y de morros al agua cayó.
como pre, como pre,
como premio le vamos a dar,
un vesti, un vesti,
un vestido para patinar.

Sin embargo, el juego de gomas que más nos gustaba era otro. O al menos eso creo, o quizá se trate del juego que más me gusta ahora, viéndolos todos desde esta edad adulta en la que me empeño una y otra vez en recuperar a la niña que fui. En este juego las niñas que paraban, sostenían las gomas elásticas estirando hacia arriba los brazos al máximo. La niña que jugaba alcanzaba las gomas desde dentro con los brazos, mirando a cada una de las niñas que paraban alternativamente, mientras hacía varios enredos con las gomas y entonaba esta canción:

Anclas, clas,
patanclas, clas,
azules, les,
y blancas, cas,
anclas, patanclas,
azules y blancas.

Cuando se acaba la canción tenías que salir de las gomas, siendo más rápida que las otras niñas que bajaban velozmente las gomas para atraparte.

Pasado el momento de la comba y las gomas, mientras masticábamos regaliz o lucíamos las pulseras de los chinitos de la suerte, volvían otros juegos que, aunque ya nos habían acompañado antes, acogíamos siempre con la ilusión con la que se recibe algo nuevo. Aún recuerdo con nostalgia aquellas filas paralelas de niños y niñas entre las que yo desfilaba entonando alguna de estas canciones:

 A la hoja, hoja verde
a la hoja del laurel
¡Del laurel!
Ha pasado una señora,
¿cuántas hijas tiene usted?
¡Tiene usted!
A esta no la quiero,
por fea y llorona,
a esta me la llevo,
por guapa y hermosa,
parece una rosa,
parece un clavel,
parece la hija de doña Isabel,
¡y lo es!



Soy capitán, soy capitán,
de un barco inglés, de un barco inglés,
y en cada puerto tengo una mujer.
La rubia es, la rubia es,
sensacional, sensacional,
y la morena tampoco está mal.
Si alguna vez, si alguna vez,
me he de casar, me he de casar,
me casaría ¿con?

Sin embargo, nunca fui una niña popular, así que pocas veces fui la elegida como hija de Doña Isabel ni como la posible esposa de aquel capitán inglés. Tal vez sea por eso que mi memoria me sitúa en el centro del juego, como protagonista.

Donde sí tenía un papel protagonista era sin duda en mi familia. Las modas en los juegos penetraban en casa y mi hermana y yo los practicábamos de forma incansable. Mi hermana me enseñó a jugar a las palmas al son de canciones como esta:

En la calle-lle veinticuatro-tro
ha sucedido-do un asesinato-to.
Una vieja-ja mató un gato-to
con la punta-ta del zapato-to.
Pobre vieja-ja, pobre gato-to
pobre punta-ta, del zapato-to.

Mi hermana también me enseñó otro juego mucho más complicado, cuya diversión consistía en que a medida que avanzaba la canción había que mover las manos con mayor rapidez. Nunca he sabido en qué lengua estaba compuesta la letra, o si se trataba de una lengua inventada. El caso es que ahora, cuando la canto, me suena a inglés, pero no lo podría asegurar.

Yes, yes ma baby
o one to saybe
o one to saybe
o one to three.

Parece que va llegando la hora de poner a reposar otra vez todos estos recuerdos, de dejar que estos juegos y canciones vuelvan a dormir en el pozo de mi memoria hasta que tenga que despertarlos de nuevo, ya sea en un nuevo intento de rescatar a la niña que fui o porque la niña que sigo siendo encuentre otros niños con los que jugar.

martes, 24 de mayo de 2011

La ventana de mi cuarto



Casa Bayés, en Vic, el día en que nació Pilarín

Cuando éramos pequeñas mi hermana y yo dormíamos en literas: ella en la de arriba y yo en la de abajo. En el hueco que quedaba entre el altillo y la cama de mi hermana colgaba un mural con dos ilustraciones: por una lado, la habitación de unos niños. Por otro, el lavabo. Detrás de la litera de arriba se abría una ventana a la casa de otra familia. De la mano de Pilarín Bayés, entrábamos en otro universo y jugábamos a imaginar la vida de aquellos personajes, que  también dormían en literas, según recuerdo.


Uno de los trabajos más conocidos y recordados de esta ilustradora catalana son las ilustraciones para El zoo d'en Pitus (El Zoo de Pitus), de Sebastià Sorribas, publicado por La Galera. Como en la mayoría de sus trabajos, Pilarín nos ofrece unas ilustraciones llenas de colores vivos, y unos personajes simpáticos y bonachones, de rasgos dulces y líneas redondeadas. Y como no, con esas inconfundibles mejillas rojas.



Pilarín Bayés recibió el pasado mes de abril la medalla de oro de la Ciudad de Vic, galardón que se suma a los numerosos reconocimientos a  su contribución a las artes gráficas y la edición infantil y juvenil.


viernes, 20 de mayo de 2011

¿Solo un libro?



Editorial Kókinos ha publicado recientemente Un libro, del francés Hervé Tullet.  Mediante un planteamiento aparentemente sencillo, y muy original, el autor mueve al niño a interactuar activamente con el libro durante la lectura. Es cierto que ningún niño se podrá resistir a la invitación inicial, que empuja al lector a pulsar el círculo amarillo y ver qué ocurre.


Es entonces cuando empieza el juego: el autor le pide al niño que apriete los círculos, que agite el libro, y que vuelva a colocar los círculos en su lugar, que sople, e incluso, que aplauda. Y lo mejor es que cada una de esas acciones tiene un efecto inmediato en las páginas del libro. Este responde a cada acción del lector, y esa réplica complace las expectativas del niño, motiva su curiosidad y asegura la diversión. Además, el autor anima al niño a jugar con el libro, y a tomar conciencia del mismo como objeto, lo que de alguna forma lo convierte en un juguete más.





domingo, 15 de mayo de 2011

¿No hay segundas oportunidades?

Foto de Arthur Tress

Al final le entró mucha prisa, porque había soñado que su madre estaba llorando, y él conocía el motivo de aquellas lágrimas, y que un abrazo de su estupendo Peter enseguida le haría sonreír. ¡Oh!, estaba tan seguro de ello, y tan ansioso por acurrucarse entre sus brazos, que esta vez voló directamente a la ventana, que siempre estaba abierta para él.
Pero la ventana estaba cerrada, y había barrotes de hierro en ella; cuando miró dentro vio a su madre durmiendo tranquilamente con su brazo alrededor de otro niñito.
Peter gritó: "¡Mamá! ¡Mamá!" Pero ella no le oyó; fue inútil que golpease los barrotes con las manos. Tuvo que regresar llorando a los Jardines, y nunca volvió a ver a su madre. ¡Qué no habría hecho por ser su hijo otra vez! ¡Ay, Peter!, los que cometemos grandes errores, en la segunda oportunidad obraríamos de forma muy distinta. Pero Salomón estaba en lo cierto: no hay segunda oportunidad, no la hay para la mayoría de nosotros. Cuando llegamos a la ventana es la Hora de Cerrar. Las rejas están echadas para toda la vida.
(James M. Barrie, Peter Pan en los Jardines de Kensington)

lunes, 9 de mayo de 2011

Mi pequeña fábrica de cuentos


En Paris la tormenta riega la torre Eiffel.
En el fondo del mar el marciano ilumina un bocadillo.
Bajo la tierra el tiburón pasea una estrella.
En la luna el monstruo bueno devora un tango.
En la tele la nieve hace desaparecer seis calabazas.
En el bosque el gorila Ramón dibuja la mejilla de la bruja.
En el zoo mi mamá devora el cielo.
Por la noche el metro besuquea cuatro pollos asados.
Sobre el iceberg la luciérnaga lleva mi nariz.
En la escuela Julián olisquea un libro enorme.

De la mano de Bruno Gibert se pueden crear hasta ¡194.481 cuentos! llenos de humor y poesía. Siguiendo la tradición del absurdo, el autor de Mi pequeña fábrica de cuentos nos provee de la más selecta materia prima para inventar universos imaginarios, divertidos e incluso surrealistas: las palabras. En esta fábrica la inversión financiera es mínima y los beneficios incontables.

jueves, 5 de mayo de 2011

Un lobo



Una Caperucita Roja, Océano Travesía, 2009

Entró en la consulta sin muchos ánimos, se estiró en el diván y le explicó al doctor:

“Estoy desesperado. No puedo comer ni dormir. Tengo ansiedad y palpitaciones. Por las noches tengo pesadillas. Todo ha perdido sentido para mí. El estrés me está matando. No puedo soportar tanta presión. En estos tiempos es imposible intimidar a las jovencitas. ¿Dónde ha quedado la ingenuidad y la inocencia de las adolescentes? Lo he intentado todo, pero no hay forma de embaucarlas”.

Cuando hubo acabado, el doctor le dio su diagnóstico: “Es cierto que los tiempos han cambiado y puede que usted no haya actualizado sus recursos para llevar a buen término su trabajo.... Sin embargo, creo que llegados a este punto, esta ya no es una solución para usted. Dígame, ¿no se ha planteado la jubilación anticipada?”

Este cuentecillo nació dentro del Taller de Narración Oral impartido por Numancia Rojas en la Casa de los Cuentos en Barcelona, en el que participé el año pasado. El ejercicio consistía en la creación de un cuento a partir de un personaje o un motivo tradicional. La historia tenía que desarrollarse en la actualidad.

Para la creación de este lobo inadaptado, que tiene que acudir a la consulta del psicoanalista, me inspiré en la lectura de Una Caperucita Roja de Marjolaine Leray, publicado en español por Océano Travesía en 2009. Así, la crisis existencial del lobo de mi cuento es el resultado del enfrentamiento con esas Caperucitas que, como la de Marjolaine Leray, no se dejan intimidar fácilmente y saben cuidar de si mismas. Por cierto, cuando escribí esta historia todavía no se había empezado a hablar de retrasar la edad de jubilación.


Una Caperucita Roja, Océano Travesía, 2009
 


martes, 3 de mayo de 2011

Yo también quiero que Peter Pan entre volando por mi ventana


Esta ilustración de Flora White (1913) fue elegida por la editorial Valdemar para la cubierta de su edición de Peter Pan de 2005.
Como en  otros casos, la lectura de Peter Pan y Wendy era una de esas deudas pendientes que tengo con muchos clásicos de la literatura universal.
Peter Pan y Wendy ha cautivado a la lectora niña que hay en mí porque, al contrario de lo que ocurre en la realidad cotidiana, ofrece al lector la posibilidad de subvertir y escapar del mundo de los adultos sin remordimientos y sin consecuencias. En esa revolución infantil puede leerse también la amoralidad propia de los niños, que actúan sin pensar en el efecto de sus acciones, porque mientras su estructura moral está en construcción, esta es cambiante e inconsistente. Por esa razón, no recuerdan lo aprendido, como le ocurre a Peter Pan, que es amnésico. Eso es lo que hace libre a Peter, y a los niños en general.

Las ilustraciones de Francis Donkin Bedford (1911) que se reproducen a continuación se incluyen en la referida edición.

Peter montaba guardia afuera

Morir debe ser una aventura tremendamente grande




lunes, 2 de mayo de 2011

Porque todos necesitamos un chapuzón de libertad


El pez que sonreía es un librito delicioso de Jimmi Liao, publicado en español por Barbara Fiore Editora en noviembre de 2010. El corto de animación basado en esta historia “A fish with a smile”  obtuvo el año 2006 el Premio Especial al Mejor Cortometraje de Animación del Festival Internacional de Berlín. El jurado del premio dijo sobre la película: “En apariencia simple, la cinta nos invita a abrir los corazones hacia la verdad de que, si liberas algo, tú también eres libre”.