martes, 28 de junio de 2011

Los pequeños nazis del 43



La oración de la mañana

Todas las mañanas, después de cantar el Cara al Sol, formados por clases, en el patio, la mano en alto, cabeza erguida, se producía un largo silencio por los caídos, y luego marchábamos, procurando no arrastrar los pies, de uno en fondo, con la cabeza descubierta, respetuosamente, a la capilla, todos a ocupar los bancos corridos, sin pisar los reclinatorios, a oír la Santa Misa.
(...)
 Luego el sacerdote se inclinaba sobre el altar murmurando con la boca dentro del cáliz y allí estaban la sangre y el cuerpo del Dios Hijo y esto era más importante que nada y lo más maravilloso que podía ocurrir.
-¿Más importante que Franco? -preguntó una vez Antonio Pardo de Pubul.
Fue en clase de Religión.
El Hermano Luis, que le llamaban la monjita, sonrió indulgente.
-Mucho más importante, querido niño.
Bricio se inclinó sobre mi hombro, a decirme bajando la voz, casi a no oírse:
-Si lo pregunto yo, me tienen que escayolar por lo menos una oreja.
-¿Decías algo, chico? -preguntó el Hermano Luis.
Bricio se puso en pie.
-No.
Y escondió la cara por si acaso.
En el recreo hablamos de aquel asunto.
-Cuesta trabajo creer una cosa así -dijo Bricio-. Los ponen juntos en todas las paredes principales, pero el retrato de Franco es más grande.
Piñeiro tenía la explicación:
-Franco ganó la Guerra, ¿o no?
No tuve que pensarlo mucho.
-Es cierto -dije.
No había nada más importante que haber ganado una guerra a los rojos.
Franco era más importante que Dios.
El Hermano Luis debía ser rojo.


En Los pequeños nazis del 43 Juan Farias describe, desde su compromiso con el pasado,  la realidad de la educación nacional católica propia de la postguerra española. Publicado por Lóguez en 1987, el libro pasó prácticamente inadvertido en un contexto social y educativo que buscaba silenciar el pasado inmediato. Más tarde, el mismo Juan Farias renunciaría en sus libros a una denuncia tan manifiesta.
Con todo, este libro sigue siendo vigente y la denuncia que en él se desarrolla continua siendo necesaria, pues no estamos tan lejos de la realidad que retrata.
Por último, es destacable la fina ironía que atraviesa todo el libro, con la que el autor demuestra las debilidades de la ideología de aquella España “grande y libre”.    


lunes, 13 de junio de 2011

En memoria de Juan Farias: Una cinta de dos palmos y pico



En aquel pueblo, como en todos los pueblos, había niños pobres y ricos.
Uno de los niños ricos cumplió años y le regalaron muchas cosas: un caballo de madera, seis pares de calcetines blancos, una caja de lápices y tres horas diarias para hacer lo que quisiera.
Durante los diez primeros minutos el niño rico miró todo con indiferencia. Empleó otros diez minutos en hacer rayas por las paredes. Otros diez en arrancarle una oreja al caballo. Y otros diez en dejar sin minutos las tres horas libres. Esta última maldad fue haciéndola minuto a minuto, despacio, aburrido, por hacer algo sin hacer nada.
Al deshacer los paquetes, más aburrido que impaciente, había tirado por la ventana la cinta azul con que venía amarrada la caja de lápices, una cinta como de dos palmos y pico, de un dedo de ancha, de un azul fiesta, brillante.
La cinta fue a dar a la calle, a los pies de Juan Lanas, un niño despierto, de ojos asombrados, pies descalzos y hambre suficiente para cuatro.
Juan Lanas pensó que aquello era un regalo maravilloso, pensó que era lo más maravilloso que le había ocurrido en la última semana y en la que estaba pasando y seguramente en la que iba a empezar.
Pensó que era la cinta con la que se amarran las botellas de champaña a la hora de bautizar los maravillosos barcos que dan la vuelta al mundo.
Pensó que era la alfombra que usaron los Liliputienses el día que se bautizó al hijo del Rey.
Pensó que sería un bonito lazo para el pelo de su madre si su madre viviese.
Pensó que haría muy bonito en el cuello de su hermana si tuviera una hermana.
Pensó que le gustaría usarla para pasear a su perro si era capaz de encontrar a ese golfo de Cisco, sin rabo y tan viejo.
Pensó que no estaría mal para sujetar por el cuello a la tortuga que quería tener.
Pensó, al fin, que bien podía ser un fajín de general.
Y pensándolo empezó a desfilar al frente de sus soldados, todos con plumero, todos con espada.
Los que lo vieron pasar pensaron que era un niño seguido de nadie, y al poco rato un niño seguido de un perro sin rabo, pero Juan Lanas sabía que el perro era su mascota, y que los soldados pasaban de siete, que era todo lo que Juan Lanas podía contar si equivocarse.
Y mientras Juan Lanas desfilaba, el niño rico se aburría.

Este es mi cuento preferido de Algunos niños, tres perros y más cosas, el libro de cuentos de Juan Farias, ilustrado por Arcadio Lobato, con el que obtuvo el Premio Nacional de Literatura Infantil en 1980. El libro fue editado por Espasa Calpe en 1981.
Es curioso, volví a coger este libro cuando tuve que contar un cuento para niños en uno de los talleres de La Casa de los Cuentos. Y contándolo me convertí en Juan Lanas y redescubrí al autor de aquel libro que mis padres me habían regalado cuando era pequeña.
Justamente el viernes pasado conseguí por fin un ejemplar de Los pequeños nazis del 43 y de Los niños numerados, publicados por Ediciones Lóguez. Los necesito para mi trabajo de investigación, así que en cuanto los haya leído publicaré un artículo sobre cada uno. Creo que así habré completado mi pequeño homenaje a Juan Farias.

sábado, 11 de junio de 2011

El paseo de Rosalía


De la mano de Kalandraka tenemos la oportunidad de disfrutar de El paseo de Rosalía, un álbum ilustrado de Pat Hutchins, que se convirtió hace mucho en un clásico. Este libro sigue con acierto las tres características que, según Daniel Goldin, definen un buen álbum ilustrado y que menciona en su artículo "A cerca del potencial del libro álbum".

Según Goldin:

"El álbum explora la relación compleja de la palabra con la imagen, o mejor aún, dos formas de distinto discurso narrativo, una a través de imágenes y la otra de palabras."

"Los mejores álbumes que conozco casi siempre tienen en su corazón textos con una extraordinaria economía."

"Un texto de un libro álbum debe narrar una historia (cosas significativas que le pasan a alguien para decirlo sencillamente) de una manera muy concisa y dejando suficientes espacios de libertad a otro artista."

En El paseo de Rosalia, existen dos niveles de lectura básicos. Por un lado, la historia narrada por el texto e ilustrada por la imagen: una gallina sale de la granja para dar un paseo antes de la hora de la cena. Por otro, la historia narrada únicamente a través de las ilustraciones: durante el paseo, un zorro persigue a la gallina Rosalía sin que esta se de cuenta. En la persecución el zorro sufre todo tipo de percances llenos de humor. De este modo, a partir del diálogo entre texto e imagen alcanzamos un tercer nivel de lectura más profunda del libro. De la relación de los dos sentidos también surge la diversión a la que nos mueve su lectura, tanto a grandes como a pequeños.


Asimismo, el texto es de una esmerada parquedad, no pone límites a la ilustración y le deja libertad para desarrollar toda su potencialidad significativa. Esa perfecta convivencia entre texto e imagen convierten al libro de Put Hutchins en un modelo del álbum ilustrado.

sábado, 4 de junio de 2011

Al final


En el álbum ilustrado de Silvia Nanclares y Miguel Brieva, titulado Al final,  y publicado por Kókinos en 2010, la acción narrativa comienza cuando la protagonista se da cuenta de que ha olvidado las llaves de casa. En un primer momento, reacciona como cualquier niño. Se sienta en la puerta de casa y busca cómo matar el tiempo hasta que lleguen sus padres o alguien que le pueda abrir. Se come una manzana, juega con unas ramas, pinta, hace el pino, hasta que llega a sus pies una pelota roja que la conduce a la puerta donde comienza, como una nueva Alicia, su aventura en un mundo de maravilla.



En el desarrollo del argumento, son claros los referentes a la obra de Carroll, pues nuestra niña atravesará un bosque mágico pero lleno de peligros, bajará a través de una madriguera a una casa habitada por seres fantásticos y será invitada a merendar por un extraño caballero dieciochesco. Asimismo, la recreación de la ballena en la que la protagonista entra con sus compañeros de viaje es heredera de la ballena creada por Collodi en Pinocho.
La representación de ese universo de fantasía que convive con la realidad, se caracteriza, asimismo, por los motivos humorísticos, continuadores de una tradición literaria infantil que apuesta por la comicidad y el absurdo. Así, al leer los mensajes escritos sobre los  tiradores de la puerta (“pase sin llamar” y “llame sin pasar”) reconocemos el legado de obras maestras del disparate, como las arriba mencionadas.
Llegados a este punto, podemos concluir que la intertextualidad es uno de los rasgos que definen la estructura narrativa del libro.





Antes de iniciar el viaje propiamente dicho, la protagonista de nuestra historia entra en la casa y llega a una terraza desde la que ve “el cielo y casi todos los tejados”. El lector comparte con la niña esta perspectiva que la ilustración desarrolla en una doble página. Y, ¿qué es lo que vemos?
Vemos una ciudad de cemento, caótica, sin sentido. Una carretera colapsada de coches que van “a ningún sitio”. Altísimos edificios, fábricas, casas pobres hacinadas y edificios convertidos en contenedores de residuos. En conclusión, los efectos devastadores de la sobreexplotación de los recursos naturales y del desarrollo tecnológico e industrial sin medida. La denuncia de esa realidad tiene una forma de expresión textual en estas páginas a través de lemas como “Calentando la tierra” y “Viva el progreso”. De igual forma, en ese paisaje encontramos nuevos mensajes de crítica a la sociedad de consumo como “Cómpratelo todo”, “Just don’t do it”, en clara alusión a una marca de productos deportivos; o “Ahora compre nada”, que nos recuerda que la publicidad solo vende ilusiones que se desvanecen como el humo. Por último, también hay mensajes que  exhortan a la niña, como a todos los ciudadanos, a no pensar por sí misma y a dejarse oprimir por los valores de la sociedad capitalista: “Sé una niña buena”, “Vuélvete a casa”, “Aún estás a tiempo”, “Pórtate bien”. El conjunto de toda esa realidad que nuestra protagonista observa desde la terraza la convierte en una Alicia urbana del siglo XXI. De la terraza baja un tobogán y la niña se lanza por él iniciando así realmente su viaje.
 
 

La aventura que emprende esta Alicia del siglo XXI es un periplo a través de un mundo maravilloso donde, a modo de viaje iniciático, encuentra una alternativa a la realidad que la rodea: el mundo de la imaginación.
Nuestra Alicia del siglo XXI realiza un viaje iniciático por un mundo maravilloso como respuesta a las circunstancias externas que le niegan la posibilidad de volver a casa, a su hogar. Pero, ¿de qué tipo de hogar estamos hablando? ¿Es posible encontrar un hogar en un mundo adulto caracterizado por un orden opresor y arbitrario? Ante esa realidad, el periplo por un universo de fantasía se convierte en un proceso de búsqueda. Durante la aventura vence sus miedos y se comporta con seguridad y autonomía. Por tanto, cuando vuelve a casa el cambio en ella ya se ha obrado y ahora es una niña más madura y también más feliz, que ha encontrado un hogar propio en la capacidad de su imaginación, frente un mundo gris y de mentalidad estrecha.
(Este texto es un estracto del análisis que realicé de este álbum en el curso de Literatura Juvenil, dentro del Máster en Libros y Literatura para Niños y Jóvenes de la Universitat Autònoma de Barcelona.)