miércoles, 4 de diciembre de 2019

Una caperucita roja



Descubrí este álbum ilustrado de Marjolaine Leray hace ya algunos años y lo recuperé a propósito de la polémica que se suscitó cuando un colegio público de Barcelona incluyó Caperucita en su lista de cuentos tradicionales censurados por sexistas. Ahora que también quiero recuperar mi actividad en el blog lo traigo aquí. 


Editado por Océano Travesía, se trata de un libro de pequeño formato, escrito e ilustrado a dos tintas, en el que cada uno de los colores se identifica con uno de los personajes. La caperuza es roja y las frases que dice Caperucita están impresas en rojo, mientras que el lobo es negro y sus intervenciones están impresas en el mismo color. Las imágenes del libro están ilustradas siempre sobre un fondo blanco con un trazo que recuerda al propio de un niño que dibuja o colorea. Como el cuento de Caperucita forma parte de la cultura popular, no es necesario dibujar el bosque o la casa de la abuelita, puesto que el lector ya conoce los escenarios donde se desarrolla la acción y los tiene en mente. 
 
En cuanto a los personajes, su actitud cambia a medida que avanza la historia, de forma que vemos cómo el lobo controla la situación hasta la doble página en la que dice “A comer…”, mientras tiene agarrada a Caperucita. Hasta ese punto, la postura corporal del lobo, sus gestos y su mirada reflejan su ferocidad y su dominio sobre Caperucita. Sin embargo, a partir de la siguiente doble página la postura corporal de la niña, que hasta ahora había sido un poco lánguida y denotaba timidez o miedo, evoluciona hacia una actitud de seguridad: empieza levantando la cabeza y mirando al lobo a la cara y, más adelante, se atreverá incluso a meterse entre sus dientes.



Desde ese momento, los gestos del lobo reflejan progresivamente cómo la actitud y las respuestas de Caperucita empiezan a contrariarlo. Uno de los momentos más representativos en este sentido es en el que la niña le dice que no se la va a comer y que tiene mal aliento: los ojos del lobo se abren como platos. El lobo está a punto de caer en la trampa de la niña, que lo sorprende no solo a él sino también al lector. ­­­­El efecto sorpresa del final cierra con broche de oro una historia caracterizada por la economía de recursos gráficos y textuales y por un delicado trabajo editorial.

El libro nos cuenta, por tanto, la historia de una caperucita que no se deja amedrentar por el lobo y que, como está de moda decirlo ahora, se empodera. Esta lectura encaja mejor con una educación no sexista, a la vez que retoma la esencia del personaje, quien en la historia original vence al lobo sin la ayuda de nadie.

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