En su libro Presencias Reales,
George Steiner afirma que no hay crítica literaria de mayor crédito que la que
se hace desde el interior mismo de la obra porque “cuando el poeta critica al
poeta desde el interior del poema, la herméutica lee el texto viviente que
Hermes, el mensajero, ha traído del reino de los muertos inmortales” (Steiner,
2001). En el caso que nos ocupa, Leo Lionni rescata para el presente un texto
del pasado, a través de la interpretación y la valoración crítica de la fábula
de “La Cigarra y la Hormiga”. De este
modo, crea Frederick, un álbum ilustrado que nace desde las
profundidades de la fábula, y crece reaccionando en su contra.
Este artículo pretende explorar
cómo el autor e ilustrador holandés toma elementos de la fábula de “La Cigarra
y la Hormiga”, atribuida a Esopo, y de las versiones de La Fontaine y
Samaniego, para hacer una propia con otros valores. En cuanto a las
recreaciones, parece que fueron los fabulistas del siglo XVII y XVIII,
respectivamente, los que cambiaron el final, por el que la hormiga le niega el
alimento a la cigarra y la condena a una muerte segura.
Este análisis también quiere plantear cómo el concepto del poeta en el libro de
Lionni supone una alternativa a la idea que preside la fábula, cuyo precedente
más representativo lo encontramos en la expulsión de los poetas del Estado
Ideal concebido por Platón en la República.

Pero antes de entrar en el análisis es necesario presentar
el argumento. Una familia de ratones trabaja recogiendo alimentos en prevención
de la llegada del invierno, mientras Frederick, el protagonista de la historia,
en vez de ayudarlos, se dedica a recoger rayos de sol, colores y palabras, para
que no les falten durante el largo invierno. Cuando llega el frío los ratones
se refugian entre las piedras y se comen las provisiones. Una vez acabados los
alimentos, los ratones se aburren y le preguntan a Frederick dónde están los
rayos de sol, los colores y las palabras que había recogido. El ratón les trae
los rayos de sol que les aportarán calidez, les habla de los colores de los
trigales que verán en su imaginación y les trae las palabras mediante un poema.
Es entonces cuándo los ratones lo reconocen como poeta y otorgan valor a su
sensibilidad estética.
La acogida a los poetas
En la Grecia Arcaica la palabra
poética estaba ungida del poder sobrenatural otorgado por los dioses. Durante
el proceso de transición hacia la Grecia Clásica, “la palabra del poeta
experimenta un gradual y profundo proceso de desacralización: la poesía pasa de
don a tekhné, se profesionaliza, surge el concepto de autoría,
los poetas elaboran poemas por encargo” (Galí, 1999). El principal factor que
determina esta evolución es la aparición de la escritura. Con ella, desaparece
la poesía basada en la oralidad y en la memoria; y el poema se convierte en un
objeto material. Llegados a este punto, la poesía ya no es fruto de la
inspiración divina. Esa es la principal razón por la que Platón no la
consideraba “una fuente fiable de conocimiento y verdad” (Galí, 1999). En la
cultura griega la poesía tenía una función fundamental en la educación y en la
vida social. Como había perdido su crédito, Platón la consideraba peligrosa y
expulsa a los poetas del Estado ideal que propone en la República.
Varios siglos después, las
especulaciones sobre el lenguaje de poetas simbolistas como Mallarmé y Rimbaud
suponen la ruptura de la alianza entre la palabra y el mundo, porque ese pacto
estaba basado en relaciones arbitrarias. Esa disolución constituye una
revolución en el pensamiento occidental y define la modernidad. “De todos
modos, dentro del universo del lenguaje, las palabras retenían su magia
palpable, su densidad específica y su energía de invocación” (Steiner, 2001).
Es esa energía de invocación a la que se refiere George Steiner, aquella que
transforma las palabras de Frederick en la sensación de calidez que
experimentan los ratones y en los paisajes que recrean en su imaginación. En
este álbum ilustrado, los elementos gráficos se asocian a las palabras y, se
convierten en poesía visual. Mediante el intercambio de los recursos poéticos
propios del lenguaje verbal en el visual, las imágenes revelan las emociones y
pensamientos que normalmente se expresan a través de las palabras. De esta forma, las pequeñas manchas de color
amarillo sobre las piedras y los trazos de color en los globos, junto a las
pequeñas cabezas de los ratones, son la poesía misma.

Por tanto, la poesía tiene
todavía una oportunidad de trascendencia en tanto en cuanto existe “el otro”.
La poesía habla a alguien. Ese alguien, “el otro”, tiene total libertad para
recibir, o no, los dones de la poesía. Esa recepción supone un movimiento de acercamiento
entre las “otredades” (el poeta y el destinatario), que significa un acto de
confianza, en el “único terreno en el que se desarrolla la experiencia de la
libertad” (Steiner, 2001). En Frederick
los otros eligen libremente aceptar la ofrenda poética. En realidad, son
ellos quienes le preguntan al protagonista por los rayos de sol, los colores y
las palabras que había recogido. Ese acercamiento entre el poeta y los
receptores de la poesía está reflejado en la disposición de los elementos
gráficos de las ilustraciones. Durante el tiempo en que los ratones están
recolectando los alimentos, no hay contacto entre ellos y Frederick. Están
situados en posiciones alejadas en el espacio y se dan la espalda. Solo a
partir del momento en que le preguntan por sus provisiones hay un acercamiento,
que se pone de manifiesto mediante el contacto visual entre el poeta y los
otros ratones.
En el álbum ilustrado encontramos tres cualidades más de
la poesía que la legitiman y le dan carta de ciudadanía, en el Estado ideal de
Platón, o de los ratones. Por un lado, su carácter referencial, la poesía habla
de nuestro mundo. “Por medio del lenguaje ‘somos traducidos’ del modo más
marcado y perdurable ” (Steiner, 2001). Por otro, nos mueve a la acción, al
cambio, por lo que tiene un marcado carácter moral. Asimismo, es nuestra única
forma de negar la muerte. De este modo, en el libro, la poesía, tanto narrativa
como visual, habla del pequeño universo de los ratones, del sol, de los campos
de trigo, del ciclo de las estaciones y mueve a los compañeros de Frederick a
aceptarlo tal cual es. Por último, la poesía ofrece a nuestro poeta la
posibilidad de la inmortalidad, ya que la palabra trasciende los límites del
tiempo.
Los nuevos ciudadanos
La restitución del valor de la poesía es vital para la
formación individual del niño en libertad, además de ser fundamental para su
aprendizaje como lector literario. Entiéndase aquí poesía como un término
general que incluye todos los textos de ficción. El hecho de que el niño tenga
una limitada experiencia lectora posibilita que su encuentro con la poesía se
haga sin prejuicios y sin ningún tipo de alerta, al contrario de los adultos.
Por tanto, el niño puede llegar a encontrarse en una posición de vulnerabilidad
frente a la ficción. Pero es necesario que ese acercamiento se produzca porque,
“si el niño se queda vacío de textos (...), sufrirá una muerte prematura del
corazón y la imaginación” (Steiner, 2001). En mi opinión, la poesía no puede
dañar al niño, ya que la experiencia lectora nunca es un hecho aislado. El niño
vive en un entorno familiar y social en el que puede contrastar lo leído y
aprender a interpretarlo y valorarlo con criterio. De esta forma, el niño
adquiere el poder para construir un nuevo pacto entre el mundo y la palabra
poética.
Conclusión
Leo Lionni devuelve a la poesía y al poeta su lugar en la
sociedad, y supera las versiones de la fábula de la “Cigarra y la Hormiga”, en
las que, en la estela de los valores propios del capitalismo, solo se juzga
digno de consideración el trabajo artesanal, que busca responder a las
necesidades materiales y, desde el desconocimiento de los pormenores de la
labor poética, se condena al poeta. En Frederick asistimos al proceso de
creación poética y lo reconocemos como un trabajo de largo desarrollo en el que
la técnica se suma a la inspiración. No en vano, durante todo el tiempo que los
otros ratones están recogiendo víveres, Frederick está trabajando en la
creación estética. La poesía se concibe como el resultado de un esfuerzo intelectual
del individuo que culmina con la aceptación del “otro”, que la acoge en
libertad.
Bibliografía
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Brenda. 1996. “Frederick: restaurando la vieja alianza” en Espacios para la
lectura. México D.F.
Galí,
Neus,1999. Poesía silenciosa, pintura que habla. Barcelona. El
Acantilado.
Leonni, Leo. 2006. Frederick. Sevilla. Kalandraka.
Leonni,
Leo. 1999. “Ante las imágenes” en El libro-álbum: invención y evolución de
un género para niños. Caracas. Parapara Clave. Banco del Libro.
Morán,
José. 2001. “De fábulas, ratones y niños. Recordando a Leo Lionni” en Peonza,
Revista de Literatura infantil y juvenil. Nº 56.
Steiner, George. 2001. Presencias
reales. Barcelona. Ediciones Destino.
En la versión de la fábula atribuida a Esopo, cuando llega el invierno y la
Cigarra, que no tiene que comer, le pide alimento a la Hormiga, esta se
compadece de aquella y le da unos pocos granos de arroz, no sin antes
advertirle que en esta vida hay que ser previsor. Parece que fueron primero La
Fontaine, y después Samaniego quienes cambiaron el final en sus
interpretaciones de la fábula. De acuerdo con sus recreaciones, la Hormiga le
niega su ayuda a la Cigarra y la condena a muerte. De esta forma, estas
versiones premian el arduo trabajo de la Hormiga y castigan la actitud de la
Cigarra, por considerarla negligente.