Descubrí este álbum ilustrado de Marjolaine Leray hace ya algunos años y lo recuperé a propósito de la polémica que se
suscitó cuando un colegio público de Barcelona incluyó Caperucita en su lista de cuentos tradicionales censurados por
sexistas. Ahora que también quiero recuperar mi actividad en el blog lo traigo aquí.
Editado por Océano Travesía, se trata de un
libro de pequeño formato, escrito e ilustrado a dos tintas, en el que cada uno
de los colores se identifica con uno de los personajes. La caperuza es roja y
las frases que dice Caperucita están impresas en rojo, mientras que el lobo es
negro y sus intervenciones están impresas en el mismo color. Las imágenes del libro están ilustradas
siempre sobre un fondo blanco con un trazo que recuerda al propio de un niño
que dibuja o colorea. Como el cuento de Caperucita forma parte de la cultura
popular, no es necesario dibujar el bosque o la casa de la abuelita, puesto que
el lector ya conoce los escenarios donde se desarrolla la acción y los tiene en
mente.
En cuanto a los personajes, su actitud cambia
a medida que avanza la historia, de forma que vemos cómo el lobo controla la
situación hasta la doble página en la que dice “A comer…”, mientras tiene
agarrada a Caperucita. Hasta ese punto, la postura corporal del lobo, sus
gestos y su mirada reflejan su ferocidad y su dominio sobre Caperucita. Sin
embargo, a partir de la siguiente doble página la postura corporal de la niña,
que hasta ahora había sido un poco lánguida y denotaba timidez o miedo,
evoluciona hacia una actitud de seguridad: empieza levantando la cabeza y mirando
al lobo a la cara y, más adelante, se atreverá incluso a meterse entre sus
dientes.
Desde ese momento, los gestos del lobo reflejan
progresivamente cómo la actitud y las respuestas de Caperucita empiezan a
contrariarlo. Uno de los momentos más representativos en este sentido es en el
que la niña le dice que no se la va a comer y que tiene mal aliento: los ojos
del lobo se abren como platos. El lobo está a punto de caer en la trampa de la
niña, que lo sorprende no solo a él sino también al lector. El efecto
sorpresa del final cierra con broche de oro una historia caracterizada por la
economía de recursos gráficos y textuales y por un delicado trabajo editorial.
El libro nos cuenta, por tanto, la historia de
una caperucita que no se deja amedrentar por el lobo y que, como está de moda
decirlo ahora, se empodera. Esta lectura encaja mejor con una
educación no sexista, a la vez que retoma la esencia del personaje, quien en la historia original vence al lobo sin la ayuda de nadie.